Prólogo

Año 5621 de la generación Qui.
Despierto como cada mañana, sumiso en un eterno descansar, mientras las persianas se descorren dejando pasar la luz de la estrella Moxon, estrella fría que congela nuestro planeta durante unos 5 años en los que solo los nocas más fuertes sobreviven.
Me levanto de la cama, y vagamente voy al espejo acuático, me miro y solo veo el reflejo de unos ojos grisáceos antes de ser golpeado por una ráfaga de agua, la cual me deja completamente despierto. Sin vacilar entro dentro del espejo, y dejo que el agua limpie el cuerpo de impurezas de la noche...
Antes de que el frío alba aparezca, cojo la mochila, y la lleno de mis pertenencias más preciadas, aunque dejo instintivamente la pelota pequeña y amarilla debajo de la cama... Miro en la casa, en busca de su esencia, pero no encuentro nada. Suspiro, cierro la puerta, dejando atrás gran parte de mi vida, total, solo me quedan unos 15 años más de vida llena de soledad absoluta, prefiero dejarlo atrás, y dejar una vida mejor para las generaciones que sustituyan mi camino. Ha llegado el transporte que llevará al área 67 en el cual me transformarán en un firme soldado para el frente de batalla contra el planeta Sirso.
Entro en el deslizador, y está plagado de gente extraña, todos con malas caras, podrían ser presidiarios o gente  que huye de su pasado, como yo. Solo uno se atreve a sentarse a mi lado, me fijo en él, pero lo que más me llama la atención son sus ojos, marrones con un cierto tono verdoso, bastantes atractivos e hipnotizantes; al final me doy cuenta de que me mira con picardía y no se me ocurre otra cosa que decirle:
-Esos ojos son muy raros de ver en este planeta.
-Lo se, me expulsaron de Sirso por ir en contra de sus ideas... Me llamo Yanol, del terreno 45.
-Yo me llamo Ox, del terreno 70.